Mi primer viaje sola, Ecuador
La aventura comienza
Siempre he pensado que marcharse es el comienzo de una historia, así que un día decidí viajar sola, empezar a aventurarme por países cercanos al mío, y no solo viajar sino mochilear por dos países de Latinoamérica: Ecuador y Perú siendo mi destino final Machu Picchu.
Así que ahorré y cada día me visualizaba viajando y feliz conmigo misma. Renuncié a mi trabajo un día que ya no le encontraba sentido a nada y empecé a planear mi viaje, la ruta, posibles hostales, cuánto dinero necesitaba y consulté con personas que ya habían hecho ese viaje para que me dieran consejos y sobre todo ánimo pues no es tan fácil tomar la decisión. Acordé una fecha tentativa y empecé a alistar mi equipaje; no sabia qué llevar, y debo admitir que hice la maleta tres veces, en cada una de ellas iba sacando cosas que me daba cuanta eran innecesarias. (Tip mochilero: Menos es más, el cuerpo y mente se acostumbran a reducir y reciclar los elementos que tengas).
Conseguí una maleta grande y empaqué ropa para todo los climas, dos pares de zapatos, unas chanclas, todas las cremas y elementos de aseo en bolsas; en ese tipo de viajes cualquier cosa puede pasar así que se debe estar preparado para todo. Tenía planeado viajar por 24 días, así que pensé sobre las elementos que creí vitales para mí, si bien el viaje era extremo, también quería sentirme a gusto conmigo. (Tip mochilero: No te puede faltar una cobija para el viaje, cuello de almohada y un canguro).

SOY UNA CITA ORIGINAL
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Salsa, Cholao y sabor
La fecha llegó, salí del terminal del sur en Bogotá de noche para llegar a Cali, mi primera parada en la mañana; luego de 9 horas en bus conocí por qué dicen que Cali es Cali y lo demás es loma; su clima cálido pero sin ser sofocante, su gran variedad de colores, olores, acentos y sabor afrocolombiano que en cada esquina te hace sentir el tumbaó de la salsa.
A mi me gusta bastante bailar todos los ritmos, así que aproveché para aprender algunos pasos de salsa de salón para la cual es muy importante mantener una postura elegante y también aprendí sobre el chachachá; baile latino que requiere movimiento de las caderas hacia arriba y hacia abajo en cada paso con actitud relajada, pícara y coqueta.
Y ¡Por supuesto! No me podía ir sin probar el Chontaduro (fruto tropical) con miel, Cholao, Lulada y Pandebono. Si, lo se´… Me faltaron lugares por conocer en esta ciudad, sin duda alguna volveré a la hermosa Cali sin tanta prisa.
¡Acomódate y a disfrutar!
A la siguiente noche salí para Ipiales en un bus directo, (Tip Mochilero: busca una empresa de trasporte con buses grandes y cómodos; tu espalda y piernas te lo agradecerán) Ese trayecto dura 11 horas, con varias paradas en las cuales todas las personas se bajan para estirarse, asearse y comer en los restaurantes, que por cierto tienen un sazón exquisito, o tal vez es el hambre el que te hace tener esas sensaciones.
Durante el trayecto también la Policía hace varios retenes, inspeccionan el bus, hacen preguntas individuales como ¿A dónde va? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con quién viaja? y siempre te piden la cédula. Puede sonar canson el hecho de estar tantas horas en un bus, por mi parte nunca había hecho trayectos tan largos pero luego te acostumbras, duermes un montón y te entretienes con las películas que ponen, además cada lugar nuevo al que llegas te genera expectativa por lo que pueda pasar.
Ya se ve la frontera
Al llegar al terminal de Ipiales de día, cogí un taxi que cobra aproximadamente 10mil pesos a la frontera con Ecuador, al llegar ahí se debe ir a Migración Colombia para que te sellen la salida del país en el pasaporte y luego pasar el puente de Rumichaca caminando hasta Migración Ecuador para que te sellen el pasaporte de entrada a ese país. Si eres colombiano y no tienes pasaporte puedes viajar con la cédula, es uno de los beneficios que tienen los ciudadanos de ambos países por ser parte Mercado Común del Sur.
Lo que yo hice después fue almorzar y cambiar el dinero de pesos a dólares no en una casa de cambio sino a las personas que están en la frontera, tienen chaleco y trabajan de eso, pues me pareció que el cambio me lo dejaban a buen precio. (Tip Mochilero: Saca tus dotes de negociante, antes de cambiar el dinero, pregunta en tres o más lugares para estar seguro y procura hacer el cambio en un lugar donde no haya tanta gente viendo).
Luego compré una SIM en una casetica pues al pasar la frontera mi línea de celular ya no serviría, esta me costó 10 dólares aproximadamente con datos y minutos ilimitados por un tiempo determinado, luego se debe recargar la línea en lugares específicos. Hay quienes viajan con la intensión de desconectarse, pero en mi caso necesitaba internet para no sentirme perdida. Cogí un taxi que me llevó al terminal de Tulcán, al llegar tomé un bus hacia Quito y luego de 5 horas de trayecto llegué al terminal, este es bastante grande y moderno.
Todo iba bien, hasta que empezaron las complicaciones del viaje. Cuando salí de mi país había 1 caso confirmado del Covi- 19 en Ecuador, así que no le vi problema en viajar, pero en Rumichaca estaban haciendo brigadas de salud, habían policías por todo lado, y la visión del viaje cambia cuando ves a mucha gente con tapabocas y alboroto por todo lado.
En la hermosa ciudad de Quito - Ecuador
En Quito me quedé durante varios días en la casa de una ecuatoriana, amiga en común de unos colombianos, en un barrio llamado Quitumbe hacia el sur de la ciudad y cerca al terminal, en donde llegan cilindros de gas en un remolque junto con una canción didáctica en la voz de niños, una que luego de varios días no puedes olvidar y a la que le tomas cariño, cerca a una estación llamada Amaru Ñan del Trolebús o Trole, sistema de transporte público, en el cual las estaciones están nombradas en “Quechua”, idioma oficial del Imperio Inca y además tienen dibujos icónicos de la cultura.
Era invierno para la fecha en la que viajé, recuerdo que la lluvia me daba nostalgia, pues por el afán de la cotidianidad, a veces no percibíos esos sonidos pero allá escuchaba cómo la lluvia golpeaba las tejas durante las noches. Sin embargo, también recuerdo otras noches de fiesta, shots, baile y karaoke cantando el chico del apartamento 512 de Selena, Antología de Shakira y hasta canciones de Julio Jaramillo.
Surf, Playa y amigos
Luego de unos días decidí moverme, pues ya llevaba varios días en un mismo lugar, mi siguiente destino era Montañita; playa famosa por sus grandes olas ideales para surfear, variedad gastronómica y buen hambiente de fiesta. Así que llegué al terminal de Quito en Quitumbe y tomé un bus a las 9:30 am hacia Manta pues no hay un trayecto directo hacia la playa. (Tip Mochilero: Pregunta todo pero asegúrate de preguntarle a las personas que son autoridad; A un policía, celador, conductor… No te avergüences por preguntar. )
Como el conductor conocía mi destino y el de otros viajeros, amablemente contactó otro bus que nos esperó y nos llevó directamente a la playa, este simpático gesto evitó unas horas más de viaje y el tener que esperar para hacer la conexión. En el transcurso del desplazamiento aproveche para informarme, leí noticias y las cifras de contagio y muertes del Covi – 19 y recuerdo pensar que crecían muy rápido.
Llegué a Montañita a las 8pm aproximadamente, previamente reservé en un hostal que me había recomendado una prima que antes también había viajado sola. Esa noche cuando me estaba registrando en el hostal, una viajera entregaba su habitación pues iba a tomar el último bus que salía a Perú, se corría el rumor que iban a cerrar las fronteras, sin embargo la noticia no había sido confirmada. En ese momento pensé en tomar ese bus pues mi meta de viaje era llegar a Cusco, sin embargo estaba cansada y no había comido muy bien así que decidí quedarme.
En ese hostal conocí a personas hermosas, viajeros que hace un año o más estaban conociendo países sin saber lo que les esperaría cada día, personas que conectaban a otras y así sucesivamente terminé escuchando varias experiencias, sueños y anécdotas de cada uno de ellos, también probé el sazón de la pizza argentina preparada al calor de un fogón comunal, escuchando música de lugares desconocidos pues cada uno de los que estábamos ahí, queríamos compartir sonidos de nuestros hogares. Y así, conociendo me quedé varios días en ese lugar hasta decidir qué iba a hacer.
El surf… Una de las actividades que el hostal brindaba, obviamente pagando, eran las clases de surfeo en una playa cercana llamada Olón. Yo sé nadar pero la motricidad no es una de mis mejores habilidades así que luego de varias caídas, rasguñones, de tomar algo de agua, logré escuchar la ola, pararme en la tabla, hacer pequeñas flexiones de pierna para mantener el equilibrio con los brazos estirados y dominar la ola hasta llegar a la orilla. Ecuador y Perú se distinguen por practicar este deporte, esto hace que sea muy común ver personas con tablas y buen físico, si tienes la oportunidad de ir a estas playas, no dudes en vivir esta experiencia.
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En Ecuador se disparó sustancialmente el contagio del Covi- 19 por esos días, los turistas que eran extranjeros estaban desocupando sus habitaciones y buscando vuelos para devolverse a sus países, el gobierno ecuatoriano prohibió aglomeraciones y eventos donde estuvieran más de 30 personas en un mismo lugar lo que prácticamente sucedía a diario y era parte del encanto de Montañita, en los días siguientes no hubo mercado y en los pocos lugares abiertos todo estaba muy costoso, sin hablar del dólar que en ese momento se encontraba en el histórico cambio de $4.200.
Perú ya había cerrado la frontera y no dejaba entrar ni salir extranjeros, por esos días ya se hablaba de una pandemia así que mis opciones eran por un lado, quedarme en el hostal, hasta que se me acabara el dinero sin saber hasta qué fecha podía continuar mi viaje o devolverme a mi país y pasar la cuarentena en casa pues Ecuador aún dejaba salir extranjeros y Colombia dejaba entrar a colombianos.
Mientras tanto el coronavirus…

Encontré a mi amiga
Mientras qué pasaban las cosas, yo estaba en la playa y recordé la razón por la que había decidido viajar; para encontrarme con una amiga, tuve que andar mucho para lograr escuchar todo lo que tenía para decirme, esa amiga era mi yo.
Sentí como el agua tocaba mis pies mientras caminaba y reflexionaba sobre enseñanzas que ese viaje hasta el momento me había regalado, personas con las que me topé y situaciones que me hicieron conocer una parte de mi y re afirmar valores que tengo tan dentro de mi ser.
En momentos difíciles y en donde debes tomar una decisión con poco tiempo, aprendes a escuchar a la sagrada intuición, esa que nos hace tomar las mejores decisiones, yo decidí devolverme para mi país.
Aunque me sentí un poco frustrada por el hecho de no poder continuar mi viaje, me sentía también contenta, porque había logrado llegar sola hasta allí, algo que me hizo sentir muy orgullosa, teniendo en cuenta que en ese momento me encontraba a 1.030 km de casa y si la pandemia no me estuviera pisando los talones en ese momento, hubiera podido llegar tan lejos como quisiera.
Si no tomo ese bus, no llego a mi país
Ese era el último día en el que se permitían viajes intermunicipales dentro de Ecuador porque se acercaba un toque de queda y cuarentena, me acerqué al terminal de Montañita preguntando por las salidas de los buses, me dijeron que estaban en total funcionamiento los trayectos y que a cada hora salían transporte pero solo para Guayaquil, la ciudad más cercana. Planeé tomar el bus de las 5 de la tarde así empacar mi maleta y preparar comida para el viaje, no obstante, sentí una corazonada y decidí tomar el bus de las 2 de la tarde, efectivamente ese era el último bus que salía de Montañita tras nuevas ordenes de la policía.
En el bus habían muchos extranjeros que se estaba moviendo hacia ciudades para poder hacer conexiones y pasar la cuarentena en sus casas, luego de 4 horas de viaje llegamos a la calurosa y tranquila ciudad de Guayaquil. (Tip Mochilero: Viajar durante días y noches en buses no es fácil y se puede volver rutinario, así que siempre mira por la ventana y busca tu ubicación en el mapa, pues este tipo de trasporte es perfecto para conocer de cerca la diversidad de cada lugar por el que pasas).
El terminal estaba saturado de personas que buscaban viajar, habían niños en el piso, policías, enfermeros con medidas para controlar el contagio, sin embargo, no daban abasto con la gran cantidad de personas, mucho, mucho movimiento. Se sentía la angustia y desorden, además los pasajes estaban más costosos.
Como pude, conseguí un tiquete para el último bus que salía a Quito, tenía el tiempo exacto para asearme pues me esperaban varios días de viaje aún. (Tip Mochilero: Carga a la mano un kit de aseo sencillo para los trayectos largos, no sabes cuando volverás a ver un baño limpio y en lo que a mi respecta la higiene siempre debe ser prioridad).
Por fortuna para los que alcanzamos a tomar ese ultimo trayecto, y que además éramos entre colombianos y venezolanos solamente, luego de parar en Quito, seguimos hasta el terminal de Tulcán.
Durante esas horas de viaje, los gobiernos estaban tomando muchas decisiones para intentar controlar la pandemia, una de ellas era el cierre de frontera para colombianos también, aunque yo tenia datos, la señal no era muy buena y no podía leer noticias y corroborar los comentarios que se escuchaban en el voz a voz del bus.
Al llegar al siguiente día en la tarde, el terminal de Tulcán estaba cerrado, no se movilizaban taxis, la mayoría de tiendas estaban cerradas, las calles vacías, las personas aguardándose, manteniendo distancia social pues el toque de queda ya estaba impuesto en todo Ecuador, la angustia y miedo de pensar que no alcanzaría a llegar a mi país, no me hizo sentir hambre, ni cansancio, solo el deseo de llegar a casa.
Sin embargo, alcancé a pasar junto con muchos otros nacientes de mi país que deseábamos pasar la cuarentena en nuestros hogares. Nunca había experimentado ese sentimiento de patriotismo, la alegría compartida con otras personas de ser colombianos, sentir que estás en casa, con tu gente aunque no conozcas a nadie te das cuenta que realmente jamás estas sola.
La frontera estaba congestionada por la gran cantidad de flujo de personas, al igual que el terminal de Ipiales, Pasto y el del Salitre de Bogotá. Luego de varias horas, logré ponerme en contacto con mi familia quien me estaban esperado con un ajiaco (sopa) bien recargado.
Luego de 25 horas de viaje con tres paradas en donde no había surtido de comida, los precios estaban elevados y los ánimos estaban decayendo por las noticias que íbamos recibiendo sobre la situación de nuestro país, llegué a mi casa y aún saboreo en recuerdos ese ajiaco, con crema de leche y la pierna de pollo más grande de la mesa. Durante los siguientes 14 días seguí las indicaciones dadas por Migración: Aislamiento preventivo y cuarentena.
En soledad nacen bellas preguntas como ¿quién soy? ¿a dónde quiero llegar? ¿cómo lo lograré? y sobre todo… ¿a qué situaciones, lugares y personas no quieres volver? En soledad aprendes a agradecer, a valorar, a aceptar disculpas y a perdonar pues entiendes que en el mundo hay tantas maravillas que puedes disfrutar y dejas a un lado lo que es vano, lo que no aporta a tu vida. En soledad se toman las mejores decisiones; escuchas a tu cuerpo, tu mente, tu alma, nace un dialogo interno donde dudas, cuestionas y también construyes un pensamiento crítico, tu pensamiento al que aprendes a serle firme y confiar en el.
Viajar sola resulta más seguro y fácil de lo que se cree, tiene más ventajas. Por un lado, sacas lo mejor de ti, aprendes sobre el autocuidado y despiertas la intuición esa que te acompaña todo el tiempo, y por otro lado, las personas te ayudan y te hacen sentir cómoda y experimentas sobre la empatía. El peligro está en cada vuelta de la esquina, en cualquier parte del mundo pero si se tiene las precauciones normales, todo saldrá bien.
En definitiva, el mejor regalo que le pude haber hecho a la persona más importante, a la que más debo cuidar y escuchar, a mí, fue viajar sola, pues logré liberarme de varias ideas viejas, y estar lista para lo nuevo que vendrá. Puede que viajar solo no sea para todos y menos como mujer, pero intentarlo sí, guíate de personas que hayan viajado y no te quedes con los comentarios de los que no han salido ni de casa.